“Why is it the words we write for ourselves are always better than the words we write for others?”
No lo sé, pero así es. Debo explicarme, estimado lector. Lo que tiene ante sí es una página electrónica en la que iré dando debida cuenta de mis cuitas literarias; y no tanto de lo que se me vaya ocurriendo en lo sucesivo como aquello en lo que he venido trabajando (imaginando, pensando, soñando, escribiendo, pintando, concibiendo) desde hace más de una y dos décadas. Con el tiempo lo he ido desvelando: el arte de escribir es antes una mística que una profesión. No garabateo cuadernos de sueños, pensamientos y fantasías por afición sino por íntima devoción; ignoro cómo uno se hace uno escritor ni qué proporción de locura se ha (con)tener para dedicarse a la enfermedad de las letras, pero una vez se arriba a sus costas ya no hay embarcación de vuelta que valga. Y aludo principalmente al ritmo del teclado; al desvanecerse en la trama del pensamiento que se desmadeja en forma de signos de escritura; a ese tipo de concentración que navega entre la duermevela del alucinado y la agudeza del ...